miércoles, 28 de julio de 2010

Macri hace agua por todas partes


Los cambios desesperados en la estrategia defensiva del jefe de gobierno revelan la fragilidad de su situación. Cada vez más broncas internas contra durán barba y el propio líder del Pro. A partir de la confirmación de su procesamiento como miembro de una asociación ilícita, la personalidad aristocrática, autoritaria, blindada e incombustible de Mauricio Macri, comenzó a agrietarse de un modo tan inesperado que –hasta hace un par de meses–, nadie hubiera podido imaginar los acontecimientos que durante estos días conmovieron a la ciudad de Buenos Aires.
La ratificación de su procesamiento coincidió con una transformación apenas perceptible en Mauricio Macri: primero apareció con un moretón en el ojo y explicó que había recibido un codazo mientras jugaba al fútbol.
Ese moretón tuvo la extraña virtud de borrarle las bolsas de los ojos, pero inmediatamente después recibió el fallo de la Cámara Federal que tuvo el efecto de un cross a la mandíbula. Obsesionado con su imagen, el imperturbable Macri tomó –frente al espejo– una decisión trascendental: afeitarse el bigote. Más que una cuestión de frivolidad o coquetería, ese cambio cosmético revela que el desenlace de la causa por las escuchas ilegales, derrumbó de un día para el otro la imagen del orden perfecto que él, como alcalde, creía haber establecido en Buenos Aires: primero fue abandonado a su suerte por la plana mayor del arco opositor y casi simultáneamente fue desautorizado por su padre –que llegó a autoincriminarse en la causa de las escuchas–, pero que no está dispuesto a tolerar que su díscolo hijo incrimine falsamente a Néstor Kirchner. Frente al espejo, Mauricio Macri se enfrentó –por un instante– a un fantasma, su propio fantasma. La arrogancia que lo ha atrapado, ahora amenaza con perderlo.