domingo, 29 de agosto de 2010

Piedra, papel y tijera, Por Horacio Verbitsky

La confrontación del Grupo Clarín con el gobierno nacional se agudiza y ordena el panorama político. La reafirmación del poder presidencial frente a las corporaciones y la apertura institucional a los otros poderes pone a la oposición en una disyuntiva: con el interés público pero cediendo la iniciativa al gobierno, u oponiéndole su propia agenda subordinada al interés de los privados más poderosos.
Una primera lectura del material recolectado permite arriesgar que son contundentes las pruebas acerca de la connivencia con el Estado terrorista de los diarios que compraron las acciones de los Graiver en 1976, con los vendedores en un estado de extrema vulnerabilidad. Esto es explícito en la cobertura periodística de aquellos años e incluso en los comunicados que los diarios emitieron entonces para explicar que su ingreso en la fábrica había sido “previa consulta y conformidad de la Junta de Comandantes en Jefe”. Tampoco es dudoso el uso que hicieron de Papel Prensa para consolidar una posición dominante en un mercado informativo de creciente concentración y con generosos subsidios estatales, desde los aportes de capital con diferimientos impositivos hasta las tarifas de la energía y los diferenciales de tasas de interés entre el crédito estatal y su colocación ilegal en bancos privados. Con la misma lógica con que confesaron aquel vínculo con la dictadura, esos accionistas admiten ahora que “controlar el papel es controlar la información”. Asegurar que nadie lo controle en el futuro es la responsabilidad que la presidente delegó en el Congreso, donde su partido está en minoría, para que declare de interés público la producción, distribución y comercialización de pasta celulosa y de papel de diario y regule sus condiciones, supervisada por una comisión bicameral y con participación de todos los diarios en un consejo asesor. La oposición debe elegir entre representar el interés público, acompañando la iniciativa del Poder Ejecutivo al que aspira a suceder, o afirmarse en su intransigencia pero asociada a los intereses particulares más poderosos. No es una disyuntiva fácil.