martes, 31 de agosto de 2010
Sociedad y control, La información y el poder, Por Eduardo Anguita
Es interesante pensar qué significa el poder cuando lo que se debate no es un territorio físico sino valores morales. El gran punto fuerte de la propuesta del gobierno consiste en querer democratizar la comunicación.
La intención de Clarín era desnudar al gobierno, pero se quedó con todo al descubierto. “Controlar la información es controlar el poder”, fue la temeraria afirmación del editorial publicado el pasado martes bajo este título: “Una historia inventada para quedarse con Papel Prensa”. Apuntó a que la sociedad interpretara que la presidenta Cristina Kirchner tiene aviesas intenciones detrás de explicar que el monopolio del papel de diarios fue logrado en base a sangre y mentiras. Sin embargo, como en un juego de espejos, esa frase devolvió la triste imagen del diario de Héctor Magnetto, quien disfruta desde hace 32 años del privilegio de ser –junto a La Nación– el único productor y proveedor de ese insumo indispensable para la comunicación por medios gráficos.
Días pasados pude entrevistar a Eleuterio Fernández Huidobro, histórico dirigente del MLN Tupamaros y del Frente Amplio de Uruguay. Se trata de una figura emblemática para entender los años ’60 y ’70 en América Latina y uno de los cuadros políticos claves para descifrar la vigencia de quienes fueron protagonistas en la lucha armada de ayer, y que hoy son referentes imprescindibles de un proceso democrático. Fernández Huidobro, con tono irónico y visión profunda, me dijo: “En aquellos años decíamos que una cosa era llegar al gobierno y otra muy distinta tomar el poder. Ahora podemos decir que es muy difícil llegar al gobierno, porque es muy difícil cambiar las burocracias del gobierno.” El Frente Amplio va por su segundo mandato presidencial y tiene el propósito de hacer una radical reforma del Estado. El desafío no les resulta sólo contar con los votos en ambas cámaras –que podrían tenerlos–, sino provocar un cambio cultural como para que la letra de una ley se encarne en los mecanismos públicos de toma de decisiones.
Vale la pena hacer algunas consideraciones acerca del “control del poder”. En los ’60 y ’70, para la mayoría abrumadora de la militancia y la intelectualidad, el paradigma del cambio era el socialismo. Aunque era entendido de distintas maneras, había coincidencia en que era preciso desalojar del Estado a una alianza de intereses económicos y políticos –oligarquías y representantes de intereses extranjeros coloniales básicamente− y remplazarlo por otra alianza que expresara a los sectores desplazados y perseguidos. Para los argentinos era más fácil de comprender esto que para los uruguayos. El golpe de 1955 contra Juan Perón fue la evidencia de cómo actuaba una contrarrevolución tras el asalto al poder: pactos con el FMI, congelamiento de salarios, proscripción política y otra serie de herramientas para modificar drásticamente la distribución de la renta privada y pública.
Lo interesante que plantea la frase de Fernández Huidobro es cómo se ingenian los intereses de los sectores más concentrados de la economía para controlar las decisiones públicas. Vamos a un ejemplo argentino, con la advertencia de que un caso no es más que una ventana para entender realidades complejas. Cuando asumió Gabriel Mariotto en el COMFER, una de las secretarias del organismo encargado de ejercer el poder de policía sobre las radios y canales de televisión fue vista por el nuevo interventor enviando una resolución por fax. La resolución era de Mariotto y él no le había dicho que se la mandara a nadie. Ante la curiosidad elemental de Mariotto de quién era el destinatario, la respuesta –casi ingenua− de la empleada fue: “Nosotras siempre mandamos las resoluciones al estudio de abogados de Clarín.”
Es interesante ver cómo se da la metamorfosis de algunos líderes políticos y de algunos ejecutivos de empresas. La primera salvedad es que naturalizar el lenguaje y tomar las decisiones pequeñas forma parte de “controlar el poder”. A tal punto, que los editores de Clarín lo escriben sin rubor porque están habituados a sentirse parte –excluyente− del poder. Magnetto, con tantos años al frente de una corporación de medios, sabe que es imposible mantener su monopolio sin funcionarios públicos que tengan la camiseta de Clarín por encima de quienes lo hayan designado. Una perversión a los derechos constitucionales, porque la libertad de expresión tan declamada es un derecho público y no un interés privado.
¿Cuáles son los puntos fuertes y los débiles de la estrategia puesta en marcha por Magnetto esta última semana? Entre los primeros, debe reconocerse la gran capacidad de armar la edición alineada con La Nación. Cabe destacarse que los dos diarios uniformaron temas centrales y títulos, además de tergiversar la información en base a los mismos sofismas o mentiras. El caso más patético fue informar sobre la declaración de Lidia Graiver en la Fiscalía Federal de La Plata. Mientras ella relató el calvario que sufrió tras su llegada a la Argentina en septiembre de 1976, ambos diarios afirmaron que había reconocido haber firmado “en libertad” el traspaso de acciones de Papel Prensa. El segundo éxito de Magnetto es haber uniformado a los editores para modificar el criterio de publicación: firman las notas sólo quienes son voceros de los intereses del grupo, el resto de los artículos van sin firma. El tercero es haber puesto toda la maquinaria mediática de radios y canales propios más algunos medios ahora sintonizados, como los de editorial Perfil, cooptada a los intereses de Clarín.
El gran punto débil de Magnetto es que preparó a hijos y entenados para una pelea que no existe. Afirmó una y cien veces que el gobierno quiere quedarse con Papel Prensa. Millones de argentinos, hace exactamente una semana, vieron y escucharon a la presidenta por la cadena nacional (seis millones de televidentes más algunos millones de oyentes de radio). Se enteraron del despojo disfrazado de operación comercial y también tomaron nota de que todo lo investigado será girado a la justicia. Con respecto a la producción y comercialización de papel de diario, Magnetto trata de ocultar que esta semana comenzará el tratamiento legislativo del tema, precisamente a propuesta de la presidenta.
Es interesante pensar qué significa el poder cuando lo que se debate no es un territorio físico sino valores morales. El gran punto fuerte de la propuesta del gobierno consiste en querer democratizar la comunicación. Escuché muchas voces que se referían a la astucia o habilidad de Cristina Kirchner “por quitarle argumentos al monopolio”. Así analizado, parece una cuestión de táctica, de cintura política y no de una convicción. ¿Qué sabe este cronista para afirmar que se trata de una convicción y no de un análisis coyuntural para restarle poder a Clarín? Simplemente sabe lo que vio: una coherencia entre la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual y esta propuesta, que van en la línea de lo que pregonó hace exactamente treinta años el Informe MacBride y que se resumió en la frase “un solo mundo, múltiples voces” y que se estudia como el abecé en todas las carreras de comunicación del planeta. Pero, además de ir en la línea de un concepto plural del ejercicio del periodismo, esta propuesta es la continuación lógica de políticas de diversidad y de inclusión. Decía la viceministro de Trabajo Noemí Rial en una entrevista publicada este domingo en Miradas al Sur: “Los dirigentes van a las paritarias con economistas, los abogados estamos en segundo plano.” Se refiere a que los convenios colectivos empiezan a discutirse con la rentabilidad empresaria en la mano y no sólo con las escalas de precios. Una sociedad que madura hacia un cambio social necesita vías de comunicación a tono. ¿Qué puede esperarse de un empresario como Magnetto que se siente orgulloso de haber echado dos comisiones internas completas en su carrera? ¿Qué puede esperarse de una empresa de medios que no quiere representación gremial entre los trabajadores?
Muchas veces, los intelectuales, los militantes, reclaman de los gobiernos –con justa razón− la promoción del debate de ideas. Esta es una gran oportunidad. Como los debates deben ir a tono con la organización de la producción y los servicios, será muy importante el esfuerzo por reglamentar la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual como también la de acceso al precio igualitario del papel de diarios. Es una manera concreta de ampliar el espectro de voces. Eso es parte central de la democratización del poder.