sábado, 21 de agosto de 2010
TRELEW: LA HORA DE LA JUSTICIA
Argentina espera la extradición de Roberto Guillermo “El Ñato” Bravo, el máximo responsable de la masacre de Trelew que hoy está refugiado en Miami. Este criminal ha tendido una serie de redes con el Gobierno norteamericano y recientemente viajó a Guantánamo como jefe de la Fuerza de Tareas sobre Tratamiento de Enemigos.
Este mes se cumple un nuevo aniversario de la Masacre de Trelew. En la madrugada del 22 de agosto de 1972 un grupo de militares entraron - ametralladoras en mano- en los calabozos de la Base Almirante Aeronaval Zar, de Trelew (provincia de Chubut), y, sin mediar palabras, fusilaron a los 16 presos políticos que allí se encontraban. El líder del grupo de asesinos era el teniente de navío, Roberto Guillermo “El Ñato” Bravo. Hoy este criminal fue arrestado en Miami y espera ser extraditado para rendir cuentas ante la Justicia argentina.
La Masacre de Trelew es una de las grandes deudas que hasta hoy tenía la Justicia de nuestro país. 1972 fue el preludio del gran genocidio que viviría Argentina a partir de la dictadura de Videla, Martínez de Hoz y tantos otros criminales militares y civiles.
En aquel momento la cárcel de Rawson era el principal lugar que la dictadura de Lanusse elegía recluir a los presos políticos.
El 15 de agosto, miembros de el Ejercito Revolucionarios del Pueblo (ERP), las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y de Montoneros iniciaron una fuga que sólo pudo concretarse a medias.
Entre los referentes más importantes que lograron escapar estaban Mario Roberto Santucho, Enrique Gorriarán Merlo y Domingo Menna del ERP; Marco Osatinsky de las FAR; y Fernando Vaca Narvaja y Roberto Quieto de Montoneros.
Pero un segundo grupo fue recapturado en el aeropuerto y trasladado a la Base Aeronaval Almirante Zar.
Este grupo estaba conformado por: Alejandro Ulla, Ana María Villarreal de Santucho, Carlos Alberto del Rey, Clarisa Lea Place, Eduardo Capello, Humberto Suárez, Humberto Toschi, José Ricardo Mena, Mario Emilio Delfino, Miguel Ángel Polti y Pedro Bonet, del ERP; Carlos Astudillo, Alfredo Kohon, Alberto Miguel Camps y María Antonia Berger, de las FAR; y María Angélica Sabelli, Mariano Pujadas, Susana Lesgart y Ricardo René Haidar, de Montoneros
Este segundo grupo estuvo detenido en Trelew hasta que en la madrugada del 22 de agosto los militares entraron a los calabozos y fueron fusilando uno por uno todos los detenidos. Una vez que creyeron que todos estaban muertos intentaron disfrazar la situación como un intento de fuga. Roberto Guillermo Bravo fue quien entró en cada uno de los cubículos para darles “el tiro de gracia” a cada uno de los fusilados.
Cuando llegaron los médicos y los abogados, para sorpresa de los militares, encontraron que Camps, Berger y Haidar aún estaban vivos. Después de unos días internados estos tres jóvenes sobrevivieron y pudieron contar la verdad de los hechos.
Bravo fue resguardado por el Ejercito, enviado al extranjero y luego su rastro se había perdido hasta que este año la Justicia argentina logró rastrearlo en Miami y luego de mucha insistencia consiguió que el Gobierno de Estados Unidos lo arreste el 3 de marzo pasado.
El traslado de Bravo se encuentra trabado dado el gran poder que este asesino logró tender con las redes mafiosas de Miami y el Gobierno norteamericano. Hasta hace pocos días, Bravo se desempeña como un prospero empresario que vendía sus servicios a la US Army y que contribuía a los fondos de las campañas de tres congresistas republicanos de estrechos vínculos con la mafia de Miami: Ileana Ros-Lehtinen y los hermanos Mario y Lincoln Diaz-Balart.
Según denunció el diario Página/12, Bravo tiene una casa en Miami que está valorada en 750 mil dólares y su empresa, RGB Group, provee “servicios de alta tecnología” al Pentágono y al Departamento de Seguridad Interior norteamericano.
A pesar de sus antecedentes criminales – o como consecuencia de ellos - Bravo consiguió en 1987 la ciudadanía norteamericana. Cuando se estaba por dictar su extradición el juez le permitió a Bravo viajar a Guantánamo como jefe de la Fuerza de Tareas sobre Tratamiento de Enemigos Combatientes de la American Bar Association.
Es hora de que la Justicia norteamericana deje de proteger a este criminal y que Bravo viaje a la Argentina para responder por sus actos. Su pasado - y su presente- lo condenan.