domingo, 12 de diciembre de 2010

Piloto de tormentas y líder de una política inclusiva


Durante los tres años que lleva a cargo del Ejecutivo, Cristina Fernández logró comandar con éxito dos crisis sin precedentes y se reveló como una excelente piloto de tormentas. Pero también se mostró como una dirigente innovadora dispuesta a profundizar un modelo basado en una política económica que reconstruyó el tejido productivo y mejoró la distribución de la riqueza. El 10 de diciembre de 2007, cuando alcanzó el poder político con el 45,29% de los votos, Cristina heredó una economía que crecía a un vertiginoso ritmo del 9,1% anual. El país llevaba cinco años consecutivos de recuperación a tasas chinas. Sin embargo, una torpeza del entonces ministro de Economía, Martín Lousteau, obligó al gobierno a librar una guerra sin cuarteles con productores del campo. Lousteau convenció a la presidenta de dictar la Resolución 125, un sistema de retenciones móviles a las exportaciones de soja, girasol, maíz y trigo. La iniciativa era inteligente porque apuntaba a atenuar las oscilaciones bruscas de los precios internacionales de los granos y a combatir el proceso creciente de dependencia de la soja. Pero la falta de tacto político de Lousteau, que en lugar de alcanzar un consenso previo con las entidades del campo más afines con el gobierno lanzó la resolución de forma inconsulta, terminó por unificar en un mismo reclamo a los sectores más conservadores, comandados por la Sociedad Rural, con otros históricamente progresistas, encolumnados detrás de la Federación Agraria. Los terratenientes aprovecharon el respaldo que obtuvieron de los medios de comunicación opositores y le declararon una “guerra santa” a Cristina. Pese a que la rentabilidad del campo era altísima, buena parte de la clase media argentina compró el discurso que mostraba a los terratenientes como pobres chacareros esquilmados por un gobierno voraz. El conflicto político incidió en la economía y los sectores más concentrados aprovecharon la confusión para mejorar su rentabilidad con subas de precios. La economía, sufrió el conflicto político: la incertidumbre detuvo algunos planes de inversión. Pero una vez que la 125 se cayó en el Congreso con el voto “no positivo” del vicepresidente Julio Cobos, Cristina inició una estrategia de “hilado fino” con el campo, que se tradujo en un sistema de compensaciones que, en sólo tres años, apoyó con unos $ 8000 millones a los sectores de la agroindustria que incorporan valor a los productos primarios. El diálogo del gobierno con los ruralistas mejoró, particularmente con la Federación Agraria Argentina y Coninagro. La Sociedad Rural tampoco pataleó mucho. Pero la tranquilidad no duró. La crisis socioeconómica de impacto global desatada en los Estados Unidos en 2008, cuando estalló la búrbuja de las hipotecas subprime, sacudió también a la Argentina. En 2009, la economía se frenó de golpe cuando el “efecto jazz generó una gran incertidumbre en todo el mundo, inmovilizó las inversiones y retrotrajo el comercio exterior. Las exportaciones argentinas cayeron un 20%, aunque las políticas oficiales y la reducción del consumo también frenaron un 32% las importaciones. Esto permitió que el superávit creciera en el medio de la crisis más importante del capitalismo desde la depresión del año 1930. El Producto Bruto no tuvo la misma suerte: la economía sólo creció un 0,9%. En la Argentina, la industria y los sectores transables resultaron los más perjudicados, por las consecuencias de la falta de controles en los flujos de dinero y la timba global. No obstante, a diferencia de lo sucedido con otras crisis, el gobierno de Cristina Fernández rompió con el estigma neoliberal de los gobiernos anteriores y puso en marcha una serie de políticas contracíclicas que se centraron en la defensa del tejido productivo y, particularmente, en la preservación del empleo. En medio de fuertes críticas de los sectores más conservadores, Cristina lanzó el 26 de noviembre de 2008 un paquete anticrisis que incluyó una moratoria tributaria, un blanqueo y repatriación de capitales y un mecanismo de promoción del trabajo registrado dirigido a las pymes. Además, para incentivar el consumo y la producción, se ofrecieron créditos públicos por $ 13.200 millones, con una muy baja tasa, que se asignaron a la compra de heladeras, automóviles, paquetes turísticos y bienes de consumo. La medida también incluyo préstamos a las pymes, el campo y la industria en general. En simultáneo, se dio a conocer un plan de obra pública por U$S 21 mil millones, que empujó la economía y facilitó la creación de unos 360 mil empleos. Este tipo de política, sumado a los Repro –dinero que el Estado le dio a las empresas para que pagaran parte del salario y no despidieran personal– permitió atenuar los efectos de la crisis en el mercado laboral y en la pequeña y mediana empresa. La estrategia proactiva oficial permitió a la Argentina transformarse en un ejemplo: mientras algunos países como España optaron por la receta tradicional del Fondo (achicar la economía y afectar el empleo), el país eludió rápidamente las consecuencias de la crisis con pocas secuelas. Una prueba de ello es que, un año después, el nivel de actividad de la economía va a cerrar con un alza que oscila entre el 8,5 y el 9,2%, empujado por una cosecha y precios récord de los granos, pero también por una actividad industrial pujante y un consumo interno que sube, en algunos casos, a tasas de dos dígitos. En 2010, la evolución de la industria marca un acumulado cercano al 10% y se producirán alrededor de 700 mil autos, un récord histórico. Después de ir en aumento como consecuencia de la crisis, el desempleo bajó en el tercer trimestre de 2010 al 7,5%. Sin embargo, la recuperación económica se debió, no sólo a la condición proactiva de la política económica, sino también a las grandes decisiones de orden estructural, que rompieron con la historia neoliberal que rigió a gobiernos dictatoriales y democráticos desde 1976 hasta la fecha. Es decir, tomó medidas que le dieron un sesgo nacional a su gestión de gobierno y mejoraron la distribución del ingreso. Siguiendo este razonamiento, reestatizó Aerolíneas Argentinas, la aerolínea de bandera nacional que el menemismo remató y que la española Marsans mandó a la quiebra. El 14 de diciembre de 2009 creó el Fondo del Bicentenario para quebrar con el concepto neoliberal del Banco Central y sumarlo a un proyecto nacional. Además, profundizar la política de desendeudamiento mediante un nuevo canje de deuda que permitió regularizar el 93% de la deuda externa, al tiempo que inició conversaciones para pagar la deuda con el Club de París. Sin embargo, las dos grandes decisiones de CFK fueron la reestatización de la gran masa de dinero de los jubilados, en manos de las AFJP, y la creación de la Asignación Universal por Hijo. El principal acierto de Cristina es que, siguiendo el camino deNéstor Kirchner, gobernó la economía con criterios de política. Ahora, el desafío central que tiene por delante es profundizar los cambios estructurales sin dejarse llevar por los cantos del stablishment ni modificar el rumbo; es decir, avanzar en la mejora de la distribución del ingreso y en la consolidación del tejido productivo.