El Renunciamiento de Evita
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En la Asamblea Popular realizada en
la avenida 9 de Julio, que se constituyó en Cabildo Abierto del
Justicialismo, Eva renunció ante el pueblo a la candidatura a la
vicepresidencia de la Nación.
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Fuente: Norberto
Galasso, Perón, Eitorial Colihue, Buenos Aires, 2005.
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22 de agosto de 1951
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Excelentísimo señor presidente; mis
queridos descamisados de la Patria:
Es para mí una gran emoción
encontrarme otra vez con los descamisados, como el 17 de octubre y como en
todas las fechas en que el pueblo estuvo presente. Hoy, mi general, en este
Cabildo del Justicialismo, el pueblo, que en 1810 se reunió para preguntar de
qué se trataba, se reúne para decir que quiere que el general Perón siga
dirigiendo los destinos de la Patria. Es el pueblo, son las mujeres, los
niños, los ancianos, los trabajadores, que están presentes porque han tomado
el porvenir en sus manos, y saben que la justicia y la libertad únicamente la
encontrarán teniendo al general Perón al frente de la nave de la Nación.
Mi general: son vuestras gloriosas
vanguardias descamisadas las que están presentes hoy, como lo estuvieron ayer
y estarán siempre, dispuestas a dar la vida por Perón. Ellos saben bien que
antes de la llegada del general Perón vivían en la esclavitud y por sobre
todas las cosas, habían perdido las esperanzas en un futuro mejor. Saben que
fue el general Perón quien los dignificó social, moral y espiritualmente.
Saben también que la oligarquía, que los mediocres, que los vendepatria
todavía no están derrotados, y que desde sus guaridas atentan contra el
pueblo y contra la nacionalidad. Pero nuestra oligarquía, que siempre se
vendió por cuatro monedas, no cuenta en esta época con que el pueblo está de
pie, y que el pueblo argentino está formado por hombres y mujeres dignos
capaces de morir y terminar de una vez por todas con los vendepatrias y con
los entreguistas.
Ellos no perdonarán jamás que el
general Perón haya levantado el nivel de los trabajadores, que haya creado el
Justicialismo, que haya establecido que en nuestra Patria la única dignidad
es la de los que trabajan. Ellos no perdonarán jamás al general Perón por
haber levantado todo lo que desprecian: los trabajadores, que ellos
olvidaron; los niños y los ancianos y las mujeres, que ellos relegaron a un
segundo plano.
Ellos, que mantuvieron al país en
una noche eterna, no perdonarán jamás al general Perón por haber levantado
las tres banderas que debieron haber levantado ellos hace un siglo: la
justicia social, la independencia económica y la soberanía de la Patria.
Pero hoy el pueblo es soberano no
sólo cívicamente sino también moral y espiritualmente. Mi general: estamos
dispuestos, los del pueblo, su vanguardia descamisada, a terminar de una
buena vez con la intriga, con la calumnia, con la difamación y con los
mercaderes que venden al pueblo y al país. El pueblo quiere a Perón no sólo
por las conquistas materiales –este pueblo, mi general, jamás ha pensado en
eso, sino que piensa en el país, en la grandeza material, espiritual y moral
de la Patria-, porque este pueblo argentino tiene un corazón grande y piensa
en los valores por sobre los valores materiales. Por ello, mi general, hoy
esta aquí, cruzando caminos, acortando kilómetros con miles de sacrificios,
para decirnos "presente", en este Cabildo del Justicialismo.
Es la Patria la que se ha dado cita
al llamado de los compañeros de la Confederación General del Trabajo, para
decirle al Líder que detrás de él hay un pueblo, y que siga, como hasta
ahora, luchando contra la antipatria, contra los políticos venales y contra
los imperialismos de izquierda y de derecha.
Yo, que siempre tuve en el general
Perón a mi maestro y mi amigo –pues él siempre me dio el ejemplo de su
lealtad acrisolada hacia los trabajadores-, en todos estos años de mi vida he
dedicado las noches y los días a atender a los humildes de la Patria sin
reparar en los días ni en las noches, ni en los sacrificios.
Mientras tanto ellos, los
entreguistas, los mediocres, los cobardes, de noche tramaban la intriga y la
infamia del día siguiente, yo, una humilde mujer, no pensaba sino en los
dolores que tenía que mitigar y en la gente a que tenía que consolar en
nombre vuestro, mi general, porque se el cariño entrañable que sentís por los
descamisados y porque llevo en mi corazón una deuda de gratitud para con los
descamisados que el 17 de octubre de 1945 me devolvieron la vida, la luz, el
alma y el corazón al devolverme a Perón.
Yo no soy más que una mujer del
pueblo argentino, una descamisada de la Patria, pero una descamisada de
corazón, porque siempre he querido confundirme con los trabajadores, con los
ancianos, con los niños, con los que sufren, trabajando codo a codo, corazón
a corazón con ellos para lograr que lo quieran más a Perón y para ser un
puente de paz entre el general Perón y los descamisados de la Patria.
Mi general: aquí en este magnífico
espectáculo vuelve a darse el milagro de hace dos mil años. No fueron los
sabios, ni los ricos, ni los poderosos los que creyeron; fueron los humildes.
Ricos y poderosos han de tener el alma cerrada por la avaricia y el egoísmo;
en cambio, los humildes, como viven y duermen al aire libre, tienen las
ventanas del alma siempre expuestas a las cosas extraordinarias. Mi general:
son los descamisados que os ven a vos con los ojos del alma y por eso os
comprenden, os siguen; y por eso, no quieren más que a un hombre, no quieren
a otro: Perón o nadie.
Yo aprovecho esta oportunidad para
pedir a Dios que ilumine a los mediocres para que puedan ver a Perón y para
que puedan comprenderlo, y para que las futuras generaciones no nos tengan
que marcar con el dedo de la desesperación si llegaran a comprobar que hubo
argentinos tan mal nacidos que a un hombre como el general Perón, que ha
quemado su vida para lograr el camino de la grandeza y la felicidad de la
Patria, lo combatieron aliándose con intereses foráneos.
No me interesó jamás la insidia ni
la calumnia cuando ellos desataron sus lenguas contra una débil mujer
argentina. Al contrario, me alegre íntimamente, porque yo, mi general, quise
que mi pecho fuera escudo para que los ataques, en lugar de ir a vos,
llegaran a mí. Pero nunca me dejé engañar. Los que me atacan a mí no es por
mí, mi general, es por vos. Es que son tan traidores, tan cobardes que no
quieren decir que no lo quieren a Perón. No es a Eva Perón a quien atacan: es
a Perón.
A ellos les duele que Eva Perón se
haya dedicado al pueblo argentino; a ellos les duele que Eva Perón, en lugar
de dedicarse a fiestas oligárquicas, haya dedicado las horas, las noches y
los días a mitigar dolores y restañar heridas.
Mi general: aquí está el pueblo y
yo aprovecho esta oportunidad para agradecer a todos los humildes, a todos
los trabajadores, a todas las mujeres, niños y hombres de la Patria, que en
su corazón reconocido han levantado el nombre de una mujer, de una humilde
mujer que los ama entrañablemente y que no le importa quemar su vida si con
ello lleva un poco de felicidad a algún hogar de su Patria. Yo siempre haré
lo que diga el pueblo, pero yo les digo a los compañeros trabajadores que así
como hace cinco años dije que prefería ser Evita antes de ser la esposa del
presidente, si ese Evita era dicho para calmar un dolor en algún hogar de mi
Patria, hoy digo que prefiero ser Evita, porque siendo Evita sé que siempre
me llevarán muy dentro de su corazón. ¡Qué gloria, qué honor, a qué más puede
aspirar un ciudadano o una ciudadana que al amor del pueblo argentino!
Yo me siento extraordinariamente
emocionada. Mi humilde persona no merece el cariño entrañable de todos los
trabajadores de la Patria. Sobre mis débiles espaldas de mujer argentina
ustedes cargan una enorme responsabilidad. Yo no sé cómo pagar el cariño y la
confianza que el pueblo deposita en mí. Lo pago con amor, queriéndolo a Perón
y queriéndolos a ustedes, que es como querer a la Patria misma.
Compañeros: Yo quiero que todos
ustedes, los del interior, los del Gran Buenos Aires, los de la Capital, en
fin, los de los cuatro puntos cardinales de la Patria, les digan a los
descamisados que todo lo que soy, que todo lo que tengo, que todo lo que
hago, que todo lo que haré, que todo lo que lo que pienso, que todo lo que
poseo no me pertenece: es de Perón, porque él me lo dio todo, porque él, al
descender hasta una humilde mujer de la Patria, la elevó hacia las alturas y
la puso en el corazón del pueblo argentino.
Mi general: si alguna satisfacción
podría haber tenido es la de haber interpretado vuestros sueños de patriota,
vuestras inquietudes y la de haber trabajado humilde pero tenazmente para
restañar las heridas de los humildes de la Patria, para cristalizar
esperanzas y para mitigar dolores, de acuerdo con vuestros deseos y con
vuestros mandatos.
Yo no he hecho nada, todo es Perón.
Perón es la Patria, Perón es todo, y todos nosotros estamos a distancia
sideral del Líder de la nacionalidad. Yo, mi general, con la plenipotencia
espiritual que me dan los descamisados de la Patria, os proclamo, antes que
el pueblo os vote el 11 noviembre, presidente de todos los argentinos. La
Patria está salvada, porque está en manos del general Perón.
A ustedes, descamisados de mi
Patria, y a todos los que me escuchan, los estrecho simbólicamente muy, pero
muy fuerte, sobre mi corazón".
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